¿Qué es el Perfil de Valores Hartman?

El Perfil de Valores Hartman fue desarrollado por Robert S. Hartman y Mario Cárdenas Trigo en 1967 como instrumento axiológico, basado en la axiología formal, para medir la capacidad de valorar de una persona.

La aplicación en la psicoterapia y la práctica clínica llegará más tarde, a raíz del encuentro entre Hartman y Salvador Roquet.[1] Roquet, eminente psiquiatra mexicano, aplicó el PVH al campo de la salud mental y el crecimiento personal. En la práctica clínica con sus pacientes, además de diseñar la prueba sexual, desarrolló, en colaboración con Hartman, la lectura y aplicación psicodinámica del perfil. En esta tradición de Roquet, transmitida y continuada por su discípulo Alfonso Castro Asomoza, es en la que se enmarca la Asociación Española de Axiología Robert S. Hartman.

De esta manera, el PVH es una escala de valoración objetiva, una prueba axiométrica, no psicométrica, desarrollada en tres partes, cada una con 18 frases que, en realidad, son la traducción de 18 fórmulas axiológicas derivadas del axioma central de la Axiología Formal y de la combinación de las tres dimensiones del valor: sistémica, extrínseca e intrínseca, relacionándose entre sí en positivo, desde el polo más valioso (vida) y en negativo, desde el polo menos valioso (muerte).

En su aplicación clínica, el PVH muestra un mapa caracterial de la persona a través de la valoración subjetiva que ella elabora sobre un ordenamiento objetivo de los valores. Por tanto, no muestra las preferencias de la persona o sus valores personales, sino su capacidad para valorar, para reconocer los niveles del valor.

Desde una lectura psicodinámica, el PVH nos revela un mapa del presente experiencial de la persona o grupo a partir de la ordenación subjetiva de la escala de valores objetivos que recoge el perfil. Esta ordenación subjetiva recoge el grado o nivel de percepción de la persona, tanto a nivel interno como externo y, a través de ella podremos observar qué es lo que está viviendo en este momento de su vida, lo que se hace figura y lo que permanece como fondo en la relación consigo mismo y con el mundo. De esta manera, el PVH es un instrumento para conocer nuestro presente a través de nuestra capacidad para valorar y, por ende, del ordenamiento de valores: lo que somos capaces de percibir acerca de lo que sentimos, pensamos y actuamos tiene una implicación axiológica.

Así, el PVH es un instrumento que facilita la comprensión de nuestros potenciales de desarrollo y los bloqueos que inhiben nuestro crecimiento personal. Nos mostrará, entre otros, aspectos relacionados con la gestión de las capacidades afectivas, el reconocimiento y fluidez de nuestras necesidades, índices de somatización y estrés, perfiles de personalidades suicidas, bloqueos en la afirmación personal, conflictos en las relaciones de pareja, focalización de dificultades en la autoestima, capacidades creativas y de proyección social, relación con la autoridad externa e interna, índices de relación con las figuras parentales, manejo del erotismo y la sexualidad, despliegue de mecanismos neuróticos, etc.

Lectura del PVH

En el PVH quedan desplegados diversos matices o ángulos en los que, en nuestra existencia, se manifiesta la realidad tridimensional en la que estamos inmersos: intrínseco, extrínseco y sistémico.

Con el nacimiento a este mundo somos puro EXTRINSECO (un bebé), repletos de impulsos, necesidades, sensaciones corporales…. Progresivamente, nos vamos desarrollando en la conciencia de nuestro ser, de nuestra propia identidad, entramos en contacto con nuestro INTRINSECO. Más tardíamente, nos vamos reconociendo en la adecuación a las normas y pautas que nos regulan, en nuestro SISTEMICO.

En nuestra dinámica existencial, enraizada en la tensión placer – displacer, estas tres dimensiones se imbrican de una forma particular y única en cada uno de nosotros. La ordenación axiológica subjetiva que cada persona hace, en cada momento, está mostrando la particularidad de su vivencia y los factores que están incidiendo en la misma.

De tal manera, que la lectura de personalidad que nos revela el PVH queda mermada si nos acercamos a los resultados de la prueba desde un ángulo parcial o, expresado axiológicamente, si hacemos una lectura sistémica. En este sentido, desde un enfoque más gestáltico, nos acercamos al PVH como un mapa fenomenológico en el que la percepción y la escucha del todo nos acercarán más a la realidad de la vivencia de la persona, y nos proporcionará una información valiosa sobre lo que está percibiendo como figura y fondo en su momento actual.

Es por esto que consideramos este instrumento como gestáltico en la medida que, como continuadores de las intuiciones de Roquet, aprendemos a interpretarlo desde un punto de vista psicodinámico.

Esto viene a significar que cada uno de los mundos que recoge el perfil está referido a los otros dos. Que cada dimensión en cada mundo guarda relación con la misma y con otras en el mismo o en otro mundo. Que es importante la significación de las proporciones numéricas que resultan de la calificación de la prueba, así como la relación entre las puntuaciones concretas y estructurales. Que los datos concretos de sexo, edad, estado civil o sentimental nos aportan fineza en la interpretación. Que no hay una prueba que manifieste que una persona está bien o mal (valoración solo sistémica) sino más bien que la persona está como está en este momento dado.

En su aplicación clínica, como afirma Hartman en el manual de interpretación del perfil, “la capacidad de valoración es una función tanto de la organización intelectual como de la organización emocional de uno mismo” Así podemos concluir diciendo que a partir del PVH, podemos acceder a qué está viviendo y cómo lo está viviendo una persona: qué y cómo siente, qué y cómo actúa, qué y cómo piensa.

[1] Rodiles, J. (1998). Una terapia prohibida. Biografía de Salvador Roquet. México: Planeta. Pg. 118 y ss.